El inesperado resultado de la consulta británica sobre el
Brexit ha hecho correr ríos de tinta, aunque bastante menos en relación con su
impacto en América Latina. Pocos gobiernos han fijado una posición clara y
cuando lo han hecho ha sido para referirse a sus repercusiones económicas y a
cómo se verán afectadas las negociaciones comerciales.
Muchos presidentes latinoamericanos (y sus ministros) han
preferido esperar el desarrollo de los acontecimientos. Un motivo particular de
tanta cautela era ganar tiempo para saber cómo afectaría la salida de la UE la
relación entre Londres y Bruselas y el deseo de no tomar partido por ninguno de
los actores. El comunicado de la Secretaría mexicana de Relaciones Exteriores
(SRE), emitido al día siguiente del referéndum, da cuenta de la voluntad de
mantener excelentes relaciones con las dos partes. Simultáneamente, en
consonancia con la postura tradicional latinoamericana de no injerir en asuntos
de terceros países, distintos portavoces gubernamentales insistieron en que
estábamos frente a una decisión soberana e indiscutible del pueblo británico.